DESCRIPCIÓN DE LA LOCALIDAD

& RESEÑA HISTÓRICA

"Córdoba tiene mar"

En el noreste de la provincia, se encuentra enclavada en medio de una llanura, la mayor cuenca cerrada de Latinoamérica: la Laguna Mar Chiquita. Este espejo de agua salada con bondades curativas, reserva natural, hábitat de la mayor diversidad de especies de aves que existen en el país, dio origen a Miramar, la única población ribereña ubicada en el arco sur del mismo, donde naturaleza y sociedad interactuaron a través de los años, haciendo de ésta el centro de mayor atracción turística de la región.
Atardecer
Museo Hotel Viena
Flamencos sobre el agua en un atardecer
Famencos sobre el agua

LEYENDA DE ANSENUZA

Era hermosima la diosa del agua, que habitaba en su palacio de cristal del Mar de Ansenuza (nombre indígena de la Mar Chiquita). Pero era una deidad cruel y egoísta, pues la única ofrenda que la volvía propicia era el primer amor de los mancebos. Se cuenta que un día vio llegar a la costa del lago, que era entonces de aguas dulces, a un príncipe indio malherido en la guerra. Tristemente le sonrió a la diosa, lamentando no poder sobrevivir para admirarla. Ella quedó suspensa como sacudida por los rayos cósmicos, por vez primera el embeleso del amor conmovió su alma. Pero pronto sucumbió a la desesperación al comprender el destino de su amado. El cristalino espejo del agua se convulsionó. Un trueno como un largo lamento estremeció el cielo y las nubes lloraron con su diosa. El mar se convirtió en un furioso caos durante un día y una noche.

Al amanecer, el joven se encontró en la playa. Sus heridas habían sido cicatrizadas y al abrir sus ojos vio la increíble transformación que se había obrado en la naturaleza. La playa era blanca y las aguas se habían vuelto turbias y saladas.
Atónito el joven, como en niebla rasgada por un tenue rayo de sol recordó a la hermosa mujer que le acariciaba cuando se le iban cerrando los ojos.
Ahora se sentía sano y sus nervios tensos estaban sedientos de algo.
Comenzó a avanzar por el agua, alejándose cada vez más de la costa como si un imperativo lo impulsara. Cuando el agua llegó a su cintura comenzó a nadar. A nadar?… No, no nadaba, flotaba simplemente.
Era como si unos brazos femeninos, con dulzura, penetrándole por la piel bronceada le acariciara el alma. Y siguió nadando, hasta que un tenue rayo rosado del amanecer lo fue transformando en el frágil flamenco, guardián eterno del amor de la diosa del mar.
Desde entonces las aguas de Mar de Ansenuza son curativas.
Amorosamente curativas.
(Extraído de un trabajo de Marcelo Montes Pacheco)

Atardecer
Pareja viendo el atardecer
Atardecer en Viena Hotel
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